Irrumpe en mis dominios,
sumérgete en mi caos.
Libera a la bestia
pero contrólala a tu antojo.
Eres omnipotente en mi cabeza,
un ser de fábula, de cuento,
un gigantesco huracán que destroza mis cimientos.
Pero aquí sigo.
Plántame cara,
júrame odio eterno.
No me importaría
luchar hasta desvanecernos.
Eres un monumento erigido a lo que nunca tendré.
¿Por qué no vienes y me destrozas la vida un rato?
Átame, desátame;
desármame por dentro,
pues no poseo más que este pedazo del infierno
que contemplas,
y te enciende,
y te asustas,
y me gusta.
Tus gemidos son todo lo que mi corazón busca.