Siempre he sido un cobarde
para invitarte a bailar.
-¿Y si digo que no?
-Puedo bailar con la soledad.
No me importa bailar solo,
con mi estampa risueña,
que ensimismada en su caos,
es vigilada por tus ojos.
Que yo bailo con los dientes, y desnudo con la mente.
Y al revés.
¿Y si aceptas mi baile?
Caes en mis manos.
¿Me concedes esta victoria?
Y la batalla se avecina.
Círculos viciosos.
Golpeamos el suelo.
Y tu pelo es el mar
donde se enreda mi barco.
Soy un torpe, y un lunático.
El único marinero de mi barco.
Un vagabundo,
perdido,
que se refugia en las primeras piernas que ve.
Que las manos me lleven a tus faldas,
y las palabras a tu corazón,
que hogar es donde está el corazón,
y con razón, estoy perdido.
Condúceme con tus pistas,
despístame con reproches.
Que los vestidos alegran mis días, y los desvestidos, mis noches.