Como Londres o Roma ardo hasta los cimientos,
Y no puedo culpar a los cristianos para salvar mi cuello.
Mil historias están naciéndome dentro,
y tengo que apuñalarme para darles techo.
No puedo. No puedo.
Siempre que escribo,
emana algún dolor nuevo.
Me bato en duelo contra mí mismo habiéndome quedado ciego.
En la misma sala donde bailan mis fantasmas
habitan amantes fugaces a los que no consigo poner cara,
y un torrente de deseo sangra, manándome del alma.
No existen. -me miento- No existes. -me dicen-.
Y el amor, que se propaga como la peste,
toma la forma de un rostro vacío que me persigue con tus ojos tristes.
P.S.
Me encerré para sacar al monstruo que llevo dentro
pero nunca se irá de mis tripas; mis fantasmas son su sustento.
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